martes, 25 de julio de 2017

¿despertar? ¡despertar!

Desocupados - Antonio Berni
La cosa es más o menos así. En el momento menos pensado te cae como un piedrazo un pensamiento brillante. Pero esto precisamente ocurre cuando todavía estás un poco dormido. O quizás puede ser que estás demasiado cansado y durmiéndote mirando el techo en medio de la lúdica oscuridad de tu pieza y sonreís estúpidamente. Nadie puede verte y la atmósfera donde estás sumergido contiene cierta extrañeza, no hay sonidos, el tiempo pasa, eso es casi seguro, hay cierta certeza de que los minutos corren, pero vos estás regido por otras leyes que modifican la realidad, tu duermevela se parece mucho a dos personas que están haciendo el amor, y lo sensorial es estupendamente  placentero. Cómo explicarlo. Hay lucidez y entrega, relajación y claridad, pero basta un instante para que todo se escabulla como una brisa rápida y esquiva y te quedes ahí acostado, sentado o de pie sin saber que hacer, como si alguien hubiese hurtado un momento feliz de tu vida. Hay algo de melancolía y desasosiego en tu forma de esperar encontrar lo que tenías hasta hace solo un momento. Pero finalmente comprendés que no vas a poder dar con ello, y como un chico que esperaba un tren eléctrico y ha recibido una caja de lápices de colores, suspirás y mirás a nadie, porque estás solo con tu tristeza y vas a lavarte la cara. La puerta cruje un poco cuando se cierra confirmando que todo se ha perdido en algún lugar de tu cerebro, que cada ruido que escuches, que cada palabra que digas, que cada acción que ejecutes son pasos ineludibles que te alejan y distancian de aquello que te hacía sonreír tontamente sin saber que era. Y  cuando te mirás al espejo y ves a ese hombre con el pelo revuelto, la cara marcada todavía por los pliegues de la almohada y los ojos muy abiertos, pensás que es otra piedra que cae haciendo ruido, una piedra que no trae nada brillante, sino una que hay que llevar a trabajar dentro de un rato, una piedra que saldrá como otra mochila que llevás al hombro, que esperará en el andén una formación de trenes a la que pueda subirse, una piedra que será empujada y que empujará a su vez, una piedra que intentará buscar un mínimo espacio entre los codos, las carteras y las mochilas, las panzas y los brazos, una piedra que no tiene forma de piedra pero que es dura e indiferente a tu persona.

No hay comentarios: