sábado, 17 de junio de 2017

LA NOCHE ESTRELLADA

"La noche estrellada" de Vincent van Gogh

Anoche se puede decir que me desmayé en la cama mientras leía. Hubo un momento en el que me recuerdo despierto, y después nada. Hay olvido, cierta confusión y un precavido dolor en la nuca debido a la posición en la que me dormí, las almohadas una sobre la otra, el cuello exigido y torpe en una torcedura contra el cabezal de la cama. Fue como una sorpresa encontrarme así, mirar el reloj y darme cuenta que eran las dos de la madrugada. No  fue una buena noche, aunque tampoco podría decir lo contrario, fue más bien una noche diferente. Recuerdo trozos del sueño que tuve y en el que estabas. Es que ayer pasé  por donde vivías, y quizá todavía vivas. Perdí la cuenta del tiempo que hace que no te veo, perdí también parte de los rasgos de tu rostro, evito buscarte en las redes sociales, prefiero el recuerdo, la imagen que construí de vos, la de aquella risa  y el color de tus ojos, el abismo celeste que se encendía cuando lográbamos encontrarnos íntimamente.
Caminé por la Avda. de Mayo contento, en realidad me llevó la necesidad de conseguir una medicina que solo parecía encontrarse en una farmacia de esa zona. Me hallé sonriendo tontamente ante la paradoja de ir a buscar una droga y descubrir que esa droga solo se hallaba donde vos vivías. En el sueño conversábamos y a medida que lo hacíamos yo descubría con tristeza la distancia de tus palabras y la de tus movimientos, olvidé como fue la despedida. Hubiese deseado que en ese sueño al menos hiciésemos el amor, hubiese querido cruzarme con vos en aquellas cuadras, que me salieras al paso, te imaginé charlando en una mesa de los tantos cafés y bares de la avenida mirando lánguidamente por la ventana. Recordé a la Maga y a Oliveira de Cortázar, "... Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos...", sin embargo cuando me fui a tomar el tren y regresar, un chico tocaba una melodiosa música con su bajo sentado en un banco de la estación, y en lugar de nostalgia y tristeza, sentí un placer extraño que se parecía mucho a la tranquilidad, y me sentí a gusto ahí de pie yéndome y a la vez no.
La realidad del tren con sus ruidos, olores y empujones no logró quitarme esa sensación, ya ves, ni a la noche que soñé contigo, ni hoy en esta madrugada mientras escribo y aún sabiendo que otras manos habrán bailado con tu cintura y que tal vez otro cuerpo habrá dormido junto al tuyo. Ninguna cosa que piense o imagine logra evadirme de ese dulce recuerdo, ya ves, y me pregunto porque será, y recuerdo que estaba la noche estrellada.


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