miércoles, 4 de febrero de 2015

EL SONIDO DEL CAMPO


Sos bebé y te comienzan a leer esos libros plásticos que se pueden mojar cuando te bañan, y que te gusta mordisquear porque todo te llevás a la boca y quizás ya estás cortando encías. En ellos está la vaca, también la oveja, la gallina, y el caballo. Puede que además aparezcan los conejos y los patos. Yo nunca vi en los campos que visité ningún pato en el gallinero, que por eso se llama gallinero, sino se llamaría patero.
Patero era el vino que le gustaba a mi abuelo, el papá de mi papá, que no pude conocer porque se murió antes de que yo naciera. En las fotos del abuelo Alberto las que sí están son mis hermanas.
En el colegio te enseñan cuáles son los animales que hay en el campo y que se siembra. Somos un país agropecuario. Eso dice nuestra historia y los manuales de geografía. El mejor trigo y la mejor carne de exportación. Aunque ahora se siembre cada vez menos trigo, y se coman cada vez más las milanesas de soja.
Un buen día vas de visita al campo de tu abuelo, vivís en la ciudad, creciste en la ciudad. Alrededor tuyo todos se llenan la boca con elogios. Grandes extensiones verdes de sembrados, dicen. Trigos que se ondulan con el viento, cuentan. Girasoles y maizales gigantes, agregan. La ciudad con los edificios de pronto te parecen pequeños y las calles pavimentadas muy grises.
Te preguntan si querés quedarte unos días con tus abuelos. Estás de vacaciones, tus amigos se han ido de la ciudad y, aunque no conocés mucho de la vida de campo, decís que posiblemente te quedarías, preparás tu mochila, y estás nervioso. Ya están cerca del campo de tus abuelos, van cinco horas de viaje. Es verano. En el último tramo de tierra, el coche vibra y parece que se va a desarmar por las piedras sueltas que hay en el camino. Al mirar para atrás ves una enorme polvareda que levanta el coche a su paso. Nadie anda por esos caminos. Después de unos minutos, aparece una vieja camioneta Ford con la pintura oxidada. El hombre que la maneja levanta una mano y te dicen que es costumbre por acá saludar así. Dentro del auto flotan motitas de polvo que brillan cuando el sol les da, eso te gusta, aunque tenés la boca y la garganta secas y cuesta respirar. Entran al campo de tu abuelo, dice: “El Labrador” encima del arco de la entrada y cuando bajan la ventanilla un aire fresco renueva el aire frío y acondicionado que llevan dentro del auto, pero además entran con el aire fresco los sonidos del campo. El coche ahora va mucho más despacio como si todos se hubieran puesto de acuerdo en bajar la velocidad, y se oyen los pájaros, eso es lo primero que oís, luego, aunque todavía no podés verlas, se escuchan las vacas y el relincho de un caballo, y vos sentís algo que no podés explicarte, que va ocupando tu cuerpo, que va invadiendo tu pecho.
Finalmente estacionan debajo de unos robles en el camino que llega a la casa, ves venir a dos perros que ladran, y detrás de los perros se acerca un hombre que camina despacio y lleva los hombros hacia adelante. Es tu abuelo que se queda al lado del volante y que sonríe. Lleva las manos en los bolsillos, una gorra verde que dice “Cargill”, y tiene la camisa un poco salida del pantalón manchada a un costado con tierra. Por alguna razón, quizás sea por los perros, te quedás sentado dentro del auto hasta que él, tu abuelo, viene a buscarte. Abre la puerta y aunque vos creés que va a decirte algo porque no te bajaste, no lo hace y en lugar de eso te da un pellizcón en el cachete. Los perros mueven la cola y husmean tus piernas, andan alrededor de Uds. inquietos, esperando alguna mano que les haga una caricia. Cuando se acaban los saludos y las primeras palabras, se reparten los bolsos y van hacia la casa.

Tenés que atarte las zapatillas y por eso te demorás un poco más, los perros los siguen a ellos y a tu alrededor algo avanza y te engulle. Los robles, la tierra negra, el viento, todo se escucha y todo te rodea. Es una sensación que hasta ahora era desconocida y sentís que te vas alejando de la ciudad. Es lindo sentirse así. Pensás entonces que ese es el sonido del campo, y sabés que vas a quedarte.