martes, 2 de abril de 2013

2 de ABRIL


imagen: extracto mural soldados en acampe Plaza de Mayo, abril 2013
El mes de abril es uno de mis meses preferidos, posee una luz especial, el mundo vegetal se muestra diferente y parece haberse detenido. Llueve mientras escribo estas líneas, y la lluvia me gusta. En abril las personas ya no andan tan apuradas por la calle, y es un período de sensaciones multiplicadas por las pausas. 

Era incómodo viajar en Unimog, y la incomodidad no tenía que ver con el viento o las lluvias que esporádicas se colaban dentro del camión, cuando aquellos eventos naturales aparecían, tampoco era la incomodidad de viajar hacinados. La molestia que yo sentía mientras los demás dormitaban, tenía que ver con el cambio tan brusco que había operado en nuestras vidas. No era el viento, no la lluvia ni el frío, tampoco el torpe andar del camión, la incomodidad tenía su origen, en el destino común que nos aguardaba. La incertidumbre. Esto pensaba y no podía dejar de pensar, cuando por el agotamiento del viaje quedé dormido.  
Me desperté de madrugada con un dolor extraño a la altura del riñón izquierdo. Era el cañón de un fusil de un compañero, que se había quedado trabado contra mi cuerpo. 

Fue mi primer miedo real, el primero de los que seguirían viniendo, sorpresivo y metálico, con el cargador puesto, con la falta de saber usar las armas, con el descuido y la temeridad que nos daba la juventud, porque luego de removerme un poco, volví a dormirme sin más. No mensurar los riesgos se parecía mucho a lo que nos iba a ocurrir de ahora en adelante como soldado, como ciudadanos, y como País.