domingo, 28 de noviembre de 2010

¿QUE MUNDO ME ESTAS PREPARANDO?

Querido soldado: Tú que naciste como Güemes, para defender una causa justa debes sentir el orgullo de aquellos que desde sus tumbas bendicen junto a Dios tus actos. Una abuela que reza por ustedes. Graciela Norma Cabrera Rosario, 2 de Abril de 1982. Tendría unos veinte años y recuerdo que mi pelo era espeso y de oscuro azabache, que no hacía demasiado había dejado de fumar a hurtadillas pero seguía durmiendo en el sofá del living, mi pieza. Recuerdo que hacía calor esa noche cuando llamaron a la puerta, que estaba durmiendo y también recuerdo con la naturalidad que atendí el llamado a pesar de ser medianoche, casi como si estuviera aguardando a ese sobre, o a ese suboficial que me entregaba ese sobre, y que alguien de la familia apareció y preguntó quién era, y después de eso, después de aquellos momentos, casi ya no recuerdo. Sí del vertiginoso viaje hacia el sur dejándome llevar, dejándome hacer. Abandonándome al destino, a las decisiones de los otros, que me resigné a una interminable y arenosa sensación inmanejable, de uniformes y de gritos, de rostros asustados y de botines lustrados. Aún no habíamos partido y permanecíamos en el cuartel del batallón de Intendencia 181 siendo todavía, aunque más no fuera, solo un poquito, aún civiles. Que comenzamos a dejar de serlo cuando nos repartieron las bolsitas transparentes en las que fuimos depositando nuestras pertenencias, dejando y acaso olvidando nuestra identidad. Y que sentí como que en ese preciso momento alguien usurpaba mis deseos, que hasta para penar debería de hacerlo pidiendo permiso, recuerdo que volvieron paulatinamente, y en forma abrumadora ciertos latiguillos: “¡Atención!, ¡Firmes!, ¡Cuerpo a tierra, carrera march!... “ Sí, dejé de luchar, nos estábamos introduciendo en un terreno fangoso y desconocido, donde el anonimato de con quién estábamos, de quién nos mandaba y dirigía, y hacia dónde y con quién lucharíamos eran eso: anónimos. Y nosotros, comenzamos a partir de ese momento a formar parte y objeto de una enorme manía anónima que la sociedad vitoreaba y ensalzaba a nuestro paso mientras los vehículos de todo tipo nos trasladaban de manera continua e inevitable hacia el Sur. Perdimos el apellido para ser denominados Soldados, perdimos el nombre de pila de un saludo afectuoso, perdimos muchas cosas, pero la más importante fue que perdimos la alegría de una adolescencia que aún no habíamos dejado y de una juventud que tampoco nunca llegamos a comenzar. Abril, año 1982. ¿Qué mundo me estás preparando?